miércoles, 30 de mayo de 2012

Putificar

Hoy he vuelto a leer un blog que una vez leí por casualidad. En algunos puntos estoy de acuerdo con su autora y en algunos no. Habla sobre temas que no me interesan y otros que sí. A veces, muchas, tiene una visión o enfoque de éstos que me es ajeno, o incluso me enfada un poco, pero luego me doy cuenta de que es enriquecedor leer a los demás (siempre que no sean unos absurdos anticonstitucionales).



A lo que iba: hoy he vuelto a leer un blog, y he estado pinchando en temas que me parecían interesantes y pasando de aquellos de moda y tendencias y rollos. Esta chica me cae bien porque se preocupa de cosas como "estar guapa" a la vez que escribe sobre temas "sesudos, documentados, inteligentes". Parece que esto llama la atención porque es como que solo se puede mostrar una cara, solo podemos ser de una manera concreta. O eres amante de la moda, o eres amante de los videojuegos. O eres una mujer independiente, o eres una paleta sometida al machismo. A mí me pasa a veces, aunque mi pensamiento se ha expandido muchísimo conforme he ido creciendo y relacionándome con otras chicas que tenían unos intereses radicalmente opuestos a los míos, seguía teniendo ciertos esquemas grabados a fuego.

Por ejemplo, cuando mi amiga Vero dijo que su máxima ilusión era casarse y formar una familia, me horroricé. Pensé "dioses, ¿aún hay gente así?". Ella tiene 22 años, como yo, que siempre he dicho que no voy a pasar por una iglesia ni tendré hijos, que puedo ser feliz como soy, sin "renunciar a mí misma", sin "ser la esclava de nadie". Creo que sigo pensando ambas cosas, que sigo prefiriéndolas antes de una vida familiar. Creo que tengo miedo a perder mi identidad como SER VALIOSO, individual y libre. A esa conclusión he llegado analizándome a mí misma. Tengo miedo a ser sometida, a ser ninguneada, a pasar a un segundo plano en mi propia vida. No quiero responsabilidades tan grandes como un hijo, porque en mi subconsciente creo atisbar una forma de pensar que me repugna y me reafirma al mismo tiempo. Es como si mi interior estuviera seguro de que, una vez tenga un hijo, dejaré de ser yo misma para ser "la mamá de": un ente que ha perdido la razón por la que vivir, que se queda en casa, que ha olvidado sus propias inquietudes y ha renunciado a ser feliz por complacer a los demás. Supongo que me viene un poco de lo que he visto, quizá la figura de mi madre que siempre estaba culpabilizándome, diciendo que si no me hubiera tenido ella habría llegado a ser algo en la vida. Que le había quitado sus mejores años. Que debería salir más porque cuando siente la cabeza todo se habrá acabado para mí. O quizá una especie de egoísmo propio... no lo sé. Solo sé que tengo miedo a ser madre, que afrento esa posibilidad con rechazo, como una maldición. No quiero anularme a mí misma.

Es un tema muy arduo y complejo, y por eso entre otras cosas cuando Vero me expresaba su gran deseo sobre formar una familia y ser madre, esposa, trabajadora, feliz... yo no lo concebía. Mi interior sentía rechazo. Es como si un lobo mirase a un perro domesticado. ¡Y no es así! Horas después reflexioné y me di cuenta de que hay tantos tipos de mujer, y tan distintos unos de otros... y que realmente, todos son conciliables en cada una de nosotras. Es algo que entiendo perfectamente tras una breve reflexión, pero que no acabo de poder adaptarlo a mi persona. No sé, creo que el miedo a perder mi libertad me ha convertido en esclava. No sé si me explico. Quizás estoy exagerando...

Me ha gustado leer este artículo y me he sentido bien porque veo que he renunciado a muchas estructuras de pensamiento machistas a lo largo de mi vida. Aunque fui formada en un colegio católico, de monjas -aunque la religión fracasó contra mi, por suerte o por desgracia la vi desde muy pequeña como un cúmulo de cuentos...-, donde directamente desde niña nos llamaban "frescas" si no llevábamos la falda bien puesta o si nos habíamos olvidado de cerrar un botón, jamás he visto mal un escote. Miento. Sí, alguna vez (sobre todo siendo más pequeña) miraba las tetorras que les sobresalían a mis amigas por la camiseta, y pensé "joder cómo se viste, menudas pechugas que se gasta, le gustará que la miren". Pero creo que en el fondo, en mi interior, es porque lo veía como una amenaza, como una extraña competición maquiavélica porque sabía que ella se llevaría al hombre que yo deseaba cazar. Que usaba su poder de "manera impúdica". Pero creo que ese mismo verano comprendí que, ¿a quién le importa? Yo tengo tetas también, aunque no sean tan grandes como las de Fulanita. Abandoné por suerte esa mentalidad tan pronto como empecé a madurar. Pero este año me quedé de piedra cuando un chico con el que había empezado una relación, llena de ilusión y cariño, empezó a decir que si yo me vistiera "demasiado corta, demasiado de guarra" él no me dejaría salir a la calle porque sabía que nos vestíamos así para provocar. Toma ya. Con dos cojones, guapo. Esa semana lo dejé. No quiero en mi vida machistas sin sentido, inmaduros y gentes de tal calaña.

No me gusta ponerme escotes exagerados. Pero me gusta cómo me quedan mis camisetas con escote, me gusta lo fresquitas que son en verano, me gusta cómo dan forma a mi cuerpo. No me gusta ir ceñida porque es incómodo. No me gusta la lycra. No me gustan los tejidos elásticos y pegajosos. Pero me gustan mis senos, me gustan a mí, me gusta verme guapa cuando me miro al espejo. Me analizo. ¿Me visto así para atraer al hombre? Y la respuesta es NO. Me gusta mirarme y pensar: hoy soy un pivón. Solo estoy más segura de mí misma, más cómoda, me siento más bella. Por supuesto, mi vecina va más cómoda cuando va con camisetas hasta el cuello, y mi compañera de clase combina tops con minifaldas a ras-de-braga. Yo estoy cómoda como yo soy. Y no es mejor ni peor.



Pues eso. Hace años he entrado en un modo de vida que, para mí, es el perfecto: VIVE Y DEJA VIVIR. No me gusta que la gente -y uso el término "gente" deliberadamente, porque los hombres son tan cotillas y marujos como las mujeres- se meta con quien no está presente. No me gusta criticar sin razones, no me gusta hacer comentarios jocosos (e hirientes) hacia el aspecto físico o moral de otras personas. Yo no entro en ese juego, porque no aporta más que daño. Por supuesto que algunas veces caigo en hablar o comentar cosas malas del resto, como todos. Pero nunca compartiré una serie de críticas sin sentido hacia una chica simplemente porque se viste de tal o cual forma o es valiente para vivir su sexualidad de forma completa, se acueste con quien se acueste. ¿Acaso es importante? ¿No te das cuenta de que hace uso de su libertad, una libertad que tú ahora estás vilipendiando con tu lengua viperina?

En el blog del enlace, a esto lo llama PUTIFICAR.

"Putificar significa degradar o burlarse de otra mujer por su conducta sexual. Las excusas para putificar a otra mujer son muchas. Se le putifica por usar ropa ajustada o reveladora, por disfrutar del sexo, por tener sexo con frecuencia, o con varias personas, o incluso se le puede putificar porque existe un rumor sobre ella. No siempre se le putifica implicando que es una puta. Se puede hacer de una manera más sutil implicando que por su conducta sexual es tonta, superficial, o machista, o cualquier otra cosa negativa.
Una persona que putifica a otra cree que está castigándola solamente a ella, pero dado que la putificación se hace en público, el mensaje es para todos y es el siguiente: una mujer que disfruta de su sexualidad es mala, participar en actividades sexuales es malo, la mujer debe cubrirse. O mi favorito: nadie quiere a una mujer que es una puta.
Pero si el sexo es concensuado y te sientes segura con tu pareja… entonces el sexo es bueno. Disfrutar de tu cuerpo es bueno. Expresar tu sexualidad es bueno. Lo que hagas con tu cuerpo, con tu ropa, y con tu pareja es algo privado. Nadie tiene derecho a juzgarte por eso. No, ni siquiera tu madre.
La putificación alimenta la tolerancia a la violencia contra la mujer. El pacto de cubrir a las mujeres parte de la excusa monoteísta de que su sexualidad es peligrosa. Que al igual que Adán, el hombre no se puede resistir al pecado de la mujer. Esa idea representa un grave peligro para nosotras. Si la mujer es la que tienta y el hombre no se puede resistir, entonces ¿de quién es la responsabilidad cuando ocurre una violación? Si crees en el pacto, entonces la respuesta es simple: la mujer tiene la culpa por haberse expuesto. El hombre no se puede resistir. ¿Ves el error? "


No quiero ser una mujer que señala por la calle a otra para burlarse, para ser cómplice de la devastación de lo femenino, de la negación de la libertad a la mujer. Estoy en contra tanto de PUTIFICAR a la mujer como de HACER DE ELLA UN OBJETO SEXUAL. Me parece tan machista una cosa como la otra. ¿Por qué estos roles? Porque nuestro papel ha sido servir, ha sido satisfacer los impulsos sexuales del hombre, estar por debajo permanentemente, ser una carga, ser una tentación, una sierpe. Las religiones monoteístas han sabido aprovechar muy bien su poder para someter a la mitad de la población para su goce personal, creando a la mujer Eva y a la mujer María. "Nadie quiere a una mujer que es puta". Porque solo hay dos caminos, uno va hacia la perdición y otro al cielo. El gozar de tu vida sexual, de tu libertad, de la independencia, de un oficio, de tu cuerpo... eso te arrastra irremediablemente al infierno. A Sodoma. A la demonización. Eres un ser inferior y no puedes hacer valer los derechos masculinos porque nos perteneces. Porque no sé si te has dado cuenta pero eres un maldito objeto que solo sirve para ser llenado de semen de hombre. Tu función es reproducirte, reproducir MIS genes, y darme hijos varones, fuertes, dignos.

Pero antes de este pensamiento existían las miles de diosas de la fertilidad y la naturaleza; las diosas romanas que a la vez tenían rasgos humanos; las diosas egipcias. Todo ello demonizado, quemado, sometido. ¿Cómo lo pudimos consentir? ¿Cómo de fuerte es el terror al qué dirán? ¿Cómo juega la moral con nosotras, hasta el punto de volvernos unas contra otras por miedo a que nos quiten a los hombres que amamos y convertirnos en figuras silenciosas y esclavas? Porque personalmente creo que toda esta sumisión vino a raíz de la imposición de una supuesta moralidad religiosa que se vale de eso: el miedo a que una mujer libre y fuerte atrajera a aquellos hombres que ellas amaban. Porque la mujer ES el pecado, y el hombre nos ama a nosotras pero ELLA nos lo quita. ELLA ES EL DIABLO. Venganza y sometimiento para quien nos puede perjudicar, para quien encarna un peligro o tentación. Celos, envidia... definen las relaciones humanas, no solo la de las mujeres. Pero a nosotras nos ha tocado vivir con el estigma de las decisiones más coléricas de nuestras congéneres. 

"¿Cómo pasamos de adorar a Cibeles, una diosa que va en un carro tirado por leones, a adorar a la Virgen María? Cibeles es fuerte, aguerrida, orgullosa, y poderosa. La virgen es una mujer sumisa, silenciosa, obediente, y esclava del hombre. ¿Con qué excusa convencieron a nuestras abuelas para que cambiaran a Durga por la virgen? La excusa debió ser realmente buena, lo que no me explico es cómo seguimos dándole crédito a religiones tan humillantes."

Bueno, en definitiva... que leáis ese post, ya seáis hombres o mujeres. Quizá así podamos acercar posturas, desde la exposición de pensamientos personales y no solo ataques de hombres contra mujeres y luchas de sexos inútiles que me traen al pairo.

Y ya está. Ya he dado la murga suficiente por hoy.







PD: mi diosa favorita de la cultura egipcia es Sekhmet. Tenía una dualidad: en la guerra, fiera como una leona. En la paz, dulce como una gatita.

2 comentarios:

  1. Tu post y el post de la tal Acapulco me han inspirado, y escribiré sobre el tema. Gracias inifinitas :D

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  2. Me quedo con la idea de que es importante recordar que todo el mundo es complejo, que no hay que etiquetar a la gente. Eso de simplificar y catalogar a las personas decidiendo si son "listas", "tontas", "frescas", "recatadas", "buenas" o "malas" sólo puede llevar a errores. No se puede llegar a una conclusión sobre una persona por su aspecto, ni siquiera por su comportamiento en un momento concreto.

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