lunes, 18 de junio de 2012

El arte de perder


Estaré unos días sin actualizar porque no estaré en casa, pero serán dos o tres. Hoy he intentado escribir un buen post, un post interesante, pero no estoy muy de humor. He tomado horchata con fartons (cosa que realmente es un placer) pero mi día ha sido un desastre y, tras hacer un par de borradores y dejarlos a medias, me he dado cuenta de que ni estaba inspirada ni quería estarlo. Todo marcha sin cambios, como cuando la gente dice que "va bien". Vamos, que todo está vacío y en calma chicha. En casa las cosas están revueltas, pero me fuerzo a que me resbale como si mi cuerpo fuera el cristal de la ventana azotado por la lluvia. 

Chicombre se fue de viaje unos días, y mi frustración a distintos niveles me hace ir a mi bola total... no echo de menos a nadie, no tengo ilusión, no me siento llena. Espero que eso pueda arreglarse sin causar daños colaterales porque cuando el vacío y el frío empiezan a hacer huella en mi interior me enrarezco, pero cuando se me sale por la boca (en este caso por los dedos) es realmente peligroso. Peligroso porque reconozco que algo no anda bien y tiendo a actuar en consecuencia. No encajo demasiado bien las decepciones, empiezo a ponerme pensativa y a convertirme en una chica silenciosa. Descuido la atención que empleo hacia los demás y solo me apetece encerrarme en el cuarto con mi ordenador, mis libros y mis dibujos (algún día subiré alguno de los que estoy haciendo estos días). Empiezo pidiendo espacio y acabo pidiendo soledad. Y no mola nada conocerme tanto a mí misma, porque sé que necesito un golpe de timón pronto de la persona a la que le interesa mantenerme cerca, y no estoy segura de que vaya a conseguir sacudirme, si usted me entiende. 



El arte de perder (One Art), de Elizabeth Bishop.

El arte de perder no es muy difícil de aprender;
tantas cosas contienen el germen
de la pérdida, pero perderlas no es un desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las puertas, la horas malgastadas.

El arte de perder no es muy difícil de aprender.
Después intenta perder lejana, rápidamente:
lugares y nombres y la escala siguiente
de tu viaje. Nada de eso será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! Desaparecieron
la última o la penúltima de mis tres queridas casas.

El arte de perder no es muy difícil de aprender.
Perdí dos ciudades entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.

Ni aún perdiéndote a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) me podré engañar. Es evidente
que el arte de perder no es muy difícil de aprender,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.

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