jueves, 12 de julio de 2012

Quien espera, desespera

Alma Tadema, Expectations


Hay ciertas edades en las que se pasa un poco mal viviendo en casa de los padres.

Aunque dejé la adolescencia hace bastantes años ya, parece que mis progenitores no se hacen a la idea de que soy una persona ya hecha y derecha con mis propias motivaciones y pensamientos. Creo que aunque cumpla 40 años no dejaré de ser "la niña" ni se acabarán las absurdas situaciones en las que mi madre se cabrea como una mona porque supuestamente no mastico bien el pescado, porque mis pendientes están pasados de moda o porque la falda no me combina con la camiseta. O por que no considero que lo peor que existe en el mundo sea guardar calcetines viejos con los nuevos y que un visitante lo descubra. Mi madre es bastante nazi de "la compostura y el saber estar", tanto que agota física y psicológicamente (y no solamente a mí). Para ella la máxima satisfacción es que su hija sea la más estilosa de mi grupo de amigas, la que mejores notas saca, la que tiene el pelo más bonito, la más popular... y se ha llevado un chafón bastante gordo conmigo, que soy pasota en cuanto a lo social y me gusta más leer que pintarme. A mí no me importa demasiado, pero a veces es triste ver que por muchos valores morales o inquietudes que yo tenga, no se me van a tener en cuenta porque debería ir más arreglada o porque debería ser más femenina. Pero a mí me gusta cómo soy.

Suena feo, pero desde pequeña mi gran ilusión era vivir sola. Quizá sea porque estoy acostumbrada a la soledad por ser hija única, o porque nunca he sido demasiado buena adaptándome a normas que no acabo de comprender. No soy demasiado familiar, además los pocos parientes que tengo viven lejos y tampoco me he relacionado mucho con ellos. Aunque soy hija única no me he visto jamás el egoísmo que nos adjudica el tópico, sino que comparto todo lo que puedo con todo el mundo. Me aturden un poco las grandes masas de gente, igual que además de estar acompañada necesito mis momentos de recogimiento y silencio para poner en orden mis ideas. Soy independiente como los gatos, qué se le va a hacer.


No tengo mal carácter, aunque me avergüenza y me apena no tener suficiente paciencia para aguantar algunas cosas de mi familia. Supongo que somos tan diferentes que lo único que podemos hacer es tolerarnos, pero no es fácil cuando se empeña en resaltar durante horas qué es lo que no le gusta de mi persona, y en compararme con las hijas de sus amigas (que son tan divinas y tan perfectas, "como toda madre querría que fuera una hija, no como tú que no sé de dónde has salido"), con las chicas de mi grupo, o con cualquiera. Yo intento pasar y hacer como que no oigo nada, pero no es fácil y acabo explotando. Y salen de mi boca esos tópicos absurdos de "ojalá hubiera sido drogadicta como Martita". La verdad es que no me gusta sentirme poco valorada por las personas a las que, supuestamente, deberían ser las que más quisiera. Pero esas actitudes del día a día, las broncas interminables por nimiedades, que sólo se pueda conversar de ropita o de moda... a mí me separan. Ojalá fuera de otro modo.




Mi padre dejó de hablarme cuando yo tenía siete años. Cuando tenía 11 volvió a dirigirme la palabra, pero tampoco demasiado. En sus cualidades no está la felicidad, y a veces peca de severo y rígido, y conmigo alguna vez ha llegado a las manos... aunque también es muy inteligente y culto, y por ello lo admiro. No tiene muy buen carácter, por lo que aprendí de pequeña a no molestarle demasiado y simplemente escuchar sin dar demasiada importancia a sus palabras. Como él tampoco daba demasiadas muestras de querer acercarse a mí, mantengo con él una especie de relación de amor-odio en la que no es fácil mantener una conversación normalizada porque es tan fácil enfurecerlo sin querer como tropezar en un camino empedrado. Bastantes veces me culpa de que mi madre no le haga caso, o de que su matrimonio se fue al garete cuando yo nací... porque es incapaz de asumir que mi madre no lo quiso nunca como pareja, sino que se casó con él porque se estaba haciendo mayor. Es duro ver cómo tus padres no se soportan entre ellos pero piensan que la culpa nunca es suya... y que no hacen nada por resolver la situación. Aún así lo quiero, porque es mi padre. Y quiero a mi madre porque es mi madre. 




Pero me gustaría que algún día me miraran y se dieran cuenta de que ya soy una mujer hecha y derecha, formada y con sus propias expectativas de vida.  Me gustaría que en casa hubiera otro ambiente diferente al de siempre. Y creo que únicamente lo lograré saliendo de aquí, distanciándome un poco, logrando que valoren mis méritos desde un poco de distancia en lugar de estar intentando trazarme un camino que no quiero elegir. Sé que mi madre intentará elegirme hasta el trabajo, porque ya ha buscado entre sus amigas un puesto sin siquiera consultármelo (y justo en el aspecto que menos me gusta). Sé que le encantaría tener una hija famosa y divina, pero a mí eso no me va. Y mi padre no sé qué quiere para mí, porque nunca me ha hablado de ello.




Mi familia es así. A veces resulta un poco frustrante intentar cambiar la situación, pero yo no tengo traumas (bueno, a veces me entristezco recordando esa tarde de cuando tenía 7 años... o alguna bronca terrible que hemos tenido, pero no lo considero traumático). Lo considero normal porque no conozco otra cosa, aunque alguna vez me he quedado muy extrañada al ver familias en las que, aunque discuten, también tienen confianza entre ellos o se cuentan las cosas, o son capaces de bromear. Incluso me deja impactada ver un matrimonio que se besa o se hace mimos. Me gustaría haber tenido un hermano mayor, o simplemente me gustaría que las cosas hubieran sido distintas.


Por eso intento ir con pies de plomo a la hora de elegir una pareja, y creo que a veces peco de buscar la perfección... pero tengo miedo de acabar como ellos, que han sido infelices. Por eso también me da miedo y me crea sentimiento de rechazo tener un hijo, porque no quiero cometer determinados errores que llevo en la sangre. Me da ahogo pensar en tener un hombre a mi lado al que yo no fuera capaz de hacer feliz, o de amar, y acabar aborreciéndonos el uno al otro, dándonos malas contestaciones y devastándonos. 


Vamos, que estoy esperando salir al mundo laboral para dejar un poco estos pensamientos atrás... aunque a la vez me da un poco de miedo no ser capaz de desenvolverme por mí misma. 


Bueno, no tiene mucho sentido esta entrada. Tampoco tenía pensado escribirla, pero ahora no me apetece borrarla. Ha quedado un poco como un escrito de diario personal... y al fin y al cabo, supongo que esto es lo que significa un blog. 

2 comentarios:

  1. Pues a mí me ha encantado la entrada... A pesar de ser bastante duro lo que cuentas.
    En parte te entiendo, yo también soy hija única en una familia poco numerosa, y eso también me ha hecho algo solitaria y rara.
    Y también he tenido siempre una relación difícil con mi padre (sin llegar a lo que tú cuentas), aunque por suerte, con mi madre siempre he conectado y me llevo genial.
    Con mi padre, todo mejoró cuando me independicé. Así que supongo que a ti te pasará igual. En ese momento, cuando vuelas del nido, se dan cuenta de que te has hecho mayor, y que les ha pillado desprevenidos. Y empiezan a tratarte como a la adulta que eres.
    Besos y ánimo. ;)

    ResponderEliminar
  2. Ay, a mi es que escribir acerca de este tema me pone un poco triste y a la vez me hace verme como si fuera la típica adolescente idiota quejándose de que nadie la entiende. De hecho iba a borrarla pero mira, la dejo por ahora.

    Un beso Gata

    ResponderEliminar